José Augusto Azpúrua G. La revolución produce: ¡Pobreza al por mayor!
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Desde
hace días estoy por escribir este artículo, pero la indignación que sentía no me lo permitía, y no sé si aún será demasiado
pronto para hacerlo sin dejar salir mi indignación, la cual está dirigida hacia los rectores oficialistas del CNE. Poder
ver a unas personas actuar sin el más mínimo asomo de lógica ni sentido común, despojando a la ciudadanía de un derecho constitucional,
es verdaderamente una experiencia no sólo dolorosa y frustrante, sino indignante. Ver
la desfachatez con las que unos pillos redomados tratan de imponer su voluntad e interés personal, cuando es su deber simplemente
contar las firmas, es algo capaz de sacar de sus casillas a la persona más calmada del mundo. Pero
estos hechos me han servido de lección y he podido entender el motivo de que exista tanto abogado malo e incompetente. Si
los profesores de derecho son hombres como Carrasquero, Battaglini y Carlos Escarrá, es obvio que los resultados han de ser
los que se han estado obteniendo en Venezuela, donde muchos de los profesionales del derecho salen deficientemente preparados.
Y quienes logran una preparación adecuada, lo hacen a pesar de tener los profesores que tienen, y no a causa de ellos. Esta
última frase me ha llevado a recordar otro tema que pareciera no tener conexión con el que he comenzado a tratar y, sin embargo,
lo tiene. El pueblo americano es un pueblo que se ha hecho rico y exitoso a pesar de su gobierno y no por su causa. Mucha
gente piensa que es necesario tener un poder fuerte y unos líderes sabios para poder progresar como nación; pero resulta que
el camino al enriquecimiento colectivo y a convertirse en un pueblo pacífico y civilizado, pasa no a causa del gobierno, sino
del adelanto moral del pueblo. El adelantar en el conocimiento de la causalidad es la clave del desarrollo de los pueblos.
Cuando se conocen las causas de las cosas se puede actuar en el presente sobre esas causas para obtener, en el futuro, los
efectos o resultados que queremos. Ese es el único y gran secreto de los pueblos adelantados e industrializados. Unos individuos
que pueden dedicarse con libertad a las actividades económicas (productivas y de intercambio) de su preferencia, en un ambiente
monetario de cierta estabilidad, donde el cálculo financiero pueda ser efectuado con una razonable certeza, pueden, con mayor
facilidad que otros, generar una producción tal que enriquezca a la gente del país, la cual va estableciendo una serie de
relaciones de valor de los diversos insumos, incluyendo el valor de la mano de obra, la cual, debido al continuo crecimiento
de su demanda, tiende a crecer, manteniéndose con ello un creciente bienestar para la clase trabajadora. El
conocimiento de este tipo de información es lo necesario para poder progresar materialmente en nuestra vida. Y para cimentar
toda esta estructura se necesita que la gente sea respetuosa de la integridad física y patrimonial del resto de las personas.
Se necesitan leyes simples y de principios que aclaren el derecho natural de propiedad que confiere el trabajo productivo
sobre sus frutos. No se pueden tener leyes que privilegien a unos sobre otros, ni leyes proteccionistas que beneficien a los
productores en desmedro de los consumidores. Así pues, se necesitan profesionales del derecho rectos y justos, a diferencia
de los incompetentes que tenemos (y hemos tenido por casi medio siglo), de los cuales el "tramparente" Carrasquero es muestra
fehaciente. Se
necesitan hombres y mujeres de criterio en la Asamblea Nacional, quizás como las nuevas generaciones de políticos, por el
estilo de Julio Borges, Marquina, Blyde, Leopoldo Martínez, Liliana Hernández, Matta, etc., en lugar de gente como Cilia Flores,
Maduro, Willian Lara, Tascón, etc. etc. Y preferiblemente,
otros más que, a diferencia de todos los nombrados, conozcan los principios de la teoría económica, de acuerdo a la Escuela
Austriaca de Economía, que preconiza la libertad y la libre fijación de los precios en el mercado, a fin de que éstos actúen
como información para dirigir las inversiones a las áreas donde éstas sean más necesarias. Es decir, hacer como hacen los
cultores de las artes marciales orientales, usar la fuerza de los contendores para potenciar los resultados favorables. Mientras
más pronto nos percatemos de estas realidades y entendamos mejor la causalidad, más pronto saldremos de rémoras como Carrasquero
y compañía, que lo único que saben producir, además de indignación en la población, es profesionales de segunda y pobreza
al por mayor. |
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