José Augusto Azpúrua G.

El Petróleo en un ambiente socialista... la desgracia de los venezolanos














José Augusto Azpúrua G.





3erPolo
















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Cuando el General Gómez llegó al poder en 1899 junto a su compadre Cipriano, o "El Cabito", como lo llamaban, Venezuela era un país básicamente agrícola, y el bienestar de la mayoría de la gente dependía del tener tierra donde llevar a cabo labores agrícolas. De ese hecho se desprendían los intentos reivindicativos de quienes no tenían tierras para conseguirlas, y las críticas que se le hacían a Gómez por haber llegado a apropiarse innumerables propiedades de este tipo.

 

A partir de la primera década del siglo pasado, la dirección de la "lucha social" cambió, y quienes anteriormente centraban sus esfuerzos en conseguir tierras, que había que trabajarlas, comenzaron a dirigir su mirada y sus esfuerzos hacia el "control del petróleo". La "lucha" de los políticos dejó de ser el logro del poder para "repartir" las tierras y comenzó a ser la "lucha" por tener el poder, no para repartir tierras sino para asignar concesiones para los yacimientos, de los cuales se podían sacar (o no) enormes utilidades con hacer negocio con alguna corporación extranjera que estuviese dispuesta a hacer inversiones en el área de la perforación; y para que el gobierno, apropiándose la industria pudiese tener dinero a montones para repartirlo como mejor le pareciera.

 

Y la forma como le pareció mejor, fue permitiendo que los políticos amigos se llenasen, obviamente, haciendo algunas pequeñas obras y repartiendo algo a los copartidarios y amigos que no formaban parte del sancta sanctorum, para que se pensara que se estaba "repartiendo equitativamente" el producto de nuestro (¿?) petróleo, que nos pertenecía supuestamente a todos los venezolanos.

 

La enseñanza de los adecos tempranos fue: en Venezuela, el petróleo es suficiente para que tú puedas vivir bien recibiendo tu parte; lo único necesario para que ello ocurra es que nos pongas a nosotros -los adecos- en el poder y que luches políticamente junto a nosotros para que te den tu parte. De esa difundida creencia proviene el término tan manido de "luchador social" y su acepción de una ocupación digna de encomio y elogios.

 

Luchador social es en realidad, entonces, el calificativo que merece cualquier persona que, tratando de llegar al poder para ser una de las que reparta (¿justamente?) los ingresos petroleros, habitualmente al llegar a hacerlo, se dedica mayormente a meter los dineros de esa proveniencia en su propio bolsillo y en el de sus familiares y amigos.

 

Pero el problema que verdaderamente causó el petróleo fue el que los políticos, gracias a las enormes cantidades de divisas de las que disponían, adquirieron un enorme poder sobre el resto de la población, lo que les permitió inmiscuirse, no sólo en la creación monopólica de dinero, sino en el regular y limitar o prohibir casi todas (si no todas) las actividades económicas.

 

Luego de haber impreso enormes cantidades de billetes sin otro respaldo que los dólares petroleros (que duraban en caja lo que un "suspiro" en un chinchorro), derogaron la ley de monedas aprobada en 1918, en la cual se establecía que el bolívar era 0,290323 gramos de oro fino o puro. Y, luego de esta derogación efectuada inconstitucionalmente por Carlos Andrés Pérez en 1974, en la ley del Banco Central que, también inconstitucionalmente, decretó, se dedicaron a fabricar dinero de la nada, al punto de ser hoy en día la cantidad de monedas y billetes 2.880 veces lo que era en 1957 a la ida del General Pérez Jiménez.

 

(Hoy: 5,119 Billones y en 1957 1.775 Millones) sin respaldo alguno.

 

En la medida que fueron creando mayores cantidades de dinero, debería haber ido bajando el valor del bolívar; pero como entraban muchos dólares a causa de las ventas de petróleo, que luego del embargo petrolero árabe había subido mucho su precio, podían mantener en 4,30 el precio del dólar; pero como los precios nominales internos subían mucho a causa del aumento en la cantidad de dinero, todo lo extranjero se hacía más barato que lo producido en Venezuela, y tal distorsión económica generaba peticiones de protecciones, subsidios, etc. peticiones que podían ser satisfechas en la mayoría de los casos, gracias al petróleo; pero que iban aumentando no sólo las distorsiones que significaban las ayudas a los productores criollos, sino la intervención de la burocracia en el proceso económico de la población.

 

Acabaron así con las políticas anteriores sustentadas por el General Gómez y parcialmente por el General Pérez Jiménez, que crearon las condiciones apropiadas para un crecimiento económico sostenido: un dinero de mucha estabilidad en su valor, y una relativa libertad en los procesos productivos y de comercialización.

 

Si pudiésemos regresar de alguna manera a esas políticas monetarias y de libertad económica, junto a una recta administración de justicia que generase confianza en los inversionistas potenciales, tanto venezolanos como extranjeros, sería considerablemente rápido el proceso de recuperación de la población económicamente productiva, del empleo, y de las remuneraciones de la población; con lo que en poco tiempo podríamos regresar a tener una población próspera y pacífica. Y todo lo contrario: una población miserable y violenta será el resultado de continuar con las políticas socialistas y de expansión monetaria para financiar el dispendio estatal, que nos han venido empobreciendo ininterrumpidamente desde 1958.
















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