José Augusto Azpúrua G.

Las imprecisiones de los ex presidentes del BCV













José Augusto Azpúrua G.





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Pude ver en Globovisión al Sr. José Toro Hardy, presentando a Benito Raúl Losada, ex presidente del BCV y ex ministro de Hacienda; Mauricio García Araujo, también ex presidente en varias oportunidades del BCV; y a Pedro Palma, economista de mucho renombre, quien formara parte de la Copre, la comisión para la reforma del Estado, creada por Jaime Lusinchi en los años 80, para que le dijeran lo que debería hacer para gobernar bien al país, ya que por lo visto, a pesar de ser Presidente de la República, él no sabía, ni tenía idea alguna, de cómo se hacía aquello para lo que había sido elegido. Obviamente, la fulana Copre quedó en eso, una comisión en la cual opinaron algunos y nunca sus recomendaciones fueron tomadas en cuenta (quizás afortunadamente).

 

Y esa presentación sirvió para hacerme entender que el fraude que comete el Banco Central en contra de la población es absolutamente intencional, y, por ende, resulta casi imposible esperar que cualquier nuevo gobierno pueda llegar a detener el latrocinio que han estado perpetrando, y que ahora se niegan a continuar haciéndolo para apresurar la caída de Chávez Frías.

 

La labor de cualquier gobierno, para que resulte buena y conveniente para la gente, ha de ser: tratar de impedir que la ciudadanía se dañe entre sí, mediante la recta administración de justicia, dando a cada quien lo suyo (lo que haya producido u obtenido de otros honesta y voluntariamente y resulte despojado por otro); y obligando a los victimarios a compensar a sus víctimas (o al menos, a sus familiares, aunque no haya dinero en el mundo que compense adecuadamente la pérdida de un ser querido, una compensación pecuniaria, al menos ayuda a compensar esa ausencia en la parte material).

 

Este comportamiento era la base del derecho romano sobre el cual se basan muchos de los actuales códigos del mundo occidental, y que lo han resumido en los latinazos: honeste vivere, suum cuique tribuere, y alterum non laedere-vivir honestamente, dar a cada cual lo suyo, y no dañar a los otros.

 

Así que pudiéramos decir, resumiendo lo tratado, que vivir honestamente viene siendo: no quitar a nadie lo suyo, y no dañarles físicamente.

 

Regresando al tema de arranque, luego de esta necesaria disquisición, hay que decir que el Sr. Losada, al haber sido cuestionado acerca de la veracidad de la propiedad de los dólares que constituyen lo que han dado en llamar las reservas internacionales de la nación, luego de dudar algunos instantes terminó por decir que esos dólares eran del Banco Central, que los debería emplear para hacer frente a los compromisos de pago de la nación, en lugar de decir la verdad: que esos dólares son verdaderamente de los billetehabientes y no del banco, y que al negar el cambio libre a cualquiera (a una tasa preestablecida), le están negando la entrega de algo que es su propiedad.

 

Justamente, el latrocinio que han llevado a cabo durante años los señores mencionados ha sido extraordinario, y ha tenido como consecuencia que una panda de políticos se haya enriquecido groseramente, mientras el resto de la población se ha empobrecido bestialmente. Y es contra esta injusticia (que el pueblo no entiende, pero que siente y padece con gran dolor y sufrimiento) que se ha rebelado el pueblo de Venezuela, y es precisamente por ella que resultó electo Chávez Frías; como muestra del rechazo de la población hacia la injusticia con la que actuaron todos los gobiernos democráticos en el área monetaria, la cual usaron para desplumar a la población.

 

Cuando el general Gómez (prematuramente fallecido, si tomamos en cuenta las necesidades monetarias del país), el sistema monetario funcionaba así: 1) El Congreso ordenaba la acuñación de monedas de oro y plata; 2) los bancos privados emitían billetes; que no eran otra cosa que talones de reclamo para reclamar el oro que, perteneciendo a los depositantes que los habían depositado en el banco, tenían el derecho a que se les devolviera su dinero metálico al desearlo y solicitarlo; por eso, en los billetes dice XX bolívares pagaderos al portador en las oficinas del banco.

 

Así pues, el oro, que era el verdadero dinero de la gente, y que estaba en las bóvedas de los bancos, era de los billetehabientes (como deberían de serlo los dólares de hoy); y había una parte que pertenecía a los socios de los bancos que los habían aportado como capital de trabajo. Y existía una definición legal de lo que era un bolívar: 290.323 millonésimos de gramo de oro fino (0,29 gramos). Si aumentaba la producción y los activos de que disponían, los bancos podían aumentar sus emisiones, al estar respaldadas por activos de relativamente fácil liquidación, y así financiar cualquier aumento de numerario que hiciese falta.

 

Luego de la muerte de Gómez ocurrida en 1935, se fundó el Banco Central en 1939, por medio del cual, el gobierno logró el monopolio en la emisión de billetes, con la obligación de mantener constante el valor del bolívar. Es decir tenían que haberlo mantenido siendo 0,29 gramos de oro fino. Pero, eso sólo lo hicieron hasta la ida del general Pérez Jiménez a comienzos de 1958, cuando el BCV comenzó a financiar al gobierno emitiendo billetes, y, con ello, haciendo perder valor a los billetes preexistentes, que ya no podrían ser todos cambiados por la misma cantidad de oro, sino por una inferior.

 

Y ese despojar lentamente a la población de su oro, y que ahora vendría siendo despojarla de sus dólares, Chávez pretende hacerlo a la carrera. Y a esta velocidad es que se niegan los anteriores presidentes del BCV presentados por José Toro, ya que nunca se negaron a despojar al pueblo si lo iban haciendo poquito a poco.

 

Pero ya el pueblo llegó al llegadero. Ya no se le puede seguir despojando, por una muy sencilla razón: ya no tiene nada que quitarle.

 

Lo que resulta triste es ver a unas bandas de forajidos, cómplices del actual Presidente, protestando frente al Banco Central, aupando el latrocinio del Presidente, el cual ellos no saben que, a pesar de que los beneficiará a ellos temporalmente porque así el Presidente tendrá con que pagarle a esos cómplices, tal acción servirá para enriquecer a los actuales burócratas, pero empobrecerá aún más al resto de la población.

 

El intento del Sr. Toro es encomiable, por cuanto está dirigido a tratar de impedir un nuevo latrocinio; pero lo hace, intentando tapar el anterior. Lo cual es una verdadera lástima, porque ya llegó la hora de la verdad.

 
















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