José Augusto Azpúrua G.

Sindéresis













José Augusto Azpúrua G.





Por sindéresis entendemos la capacidad del ser humano de entender rectamente las cosas.















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Por sindéresis entendemos la capacidad del ser humano de entender rectamente las cosas. Y si esa es su acepción correcta, tendremos que aceptar que son muy pocas las personas dedicadas a la política que poseen tal característica.

Las discusiones acerca del bien y el mal son innumerables e inacabables. Quizás, debido a la carencia de sindéresis de la clase política (y quizás hasta de la académica); y aunque pueda resultar presuntuosa la afirmación que he hecho, creo que una explicación puede demostrar que no lo es.

Mucha gente afirma que el mercado, con su mano invisible, no es capaz de asignar justa y rectamente los recursos siempre escasos, debido a la maldad humana que induce a los grandes empresarios a abusar de lo que se ha dado en llamar débiles jurídicos: las grandes mayorías poblacionales; y es la carencia de sindéresis la que impide ver que no son los grandes empresarios, sino sus cómplices políticos en el poder (y los académicos que propugnan la dictadura del proletariado), quienes verdaderamente dañan a los débiles y potencian a los poderosos.

Hoy en día se puede ver con mucha mayor claridad que en los gobiernos democráticos anteriores uno de los mayores problemas existentes en el país durante la segunda mitad del siglo veinte: el formalismo de los políticos en el poder. Roy Chaderton, y José Vicente Rangel son ejemplos típicos de la inconveniencia del formalismo cuando con su incongruente verbo intentan negar a la población no tan sólo una garantía y derecho constitucionalmente reconocido, sino hasta el poder originario constitucional. Hay dos elementos constitucionales que fueron creados cuando Chávez creía que iba a estar por siempre en el favoritismo de los venezolanos; uno era la garantía de poder sacar de su puesto a un gobernante que no tuviese la aprobación mayoritaria (con esa garantía Chávez esperaba justificar su fallido golpe de estado, supuestamente producido por no existir esa posibilidad constitucional). Y el otro es que las autoridades no podían estar sometiendo a la población a lo que Chávez llama leguleyismo que es precisamente lo que Chaderton y José Vicente tratan de hacer: inventar formalismos para tratar de impedir que los ciudadanos alcancen sus objetivos cuando estos no les convienen a los gobernantes.

Y no son tan sólo los políticos de esta quinta república quienes carecen de sindéresis; los anteriores de la cuarta también sufren de esta carencia, aunque trataban de disimularla con mayor éxito que los de la quinta que ni tratan de hacerlo.

Ese comportamiento de no poder ver más que lo que resulta conveniente a los propios intereses es precisamente lo que constituye una falta de sindéresis. O se pudiera mejor plantear que los intereses que se perciben claramente, los de corto plazo, son a veces incompatibles con los de largo plazo, y tienden a impedir que estos últimos puedan ser bien servidos y alcanzados

Los políticos, al intervenir en la economía y limitar las actividades productivas o de intercambio, obtienen beneficios inmediatos del establecimiento de permisos o licencias previas; luego, no es de su interés (los de corto plazo) el permitir que la gente produzca y comercie libremente.

Y por una parte tienen razón al instaurar controles y todo tipo de alcabalas y peajes, ya que pueden beneficiarse pecuniariamente (ahora que están en el poder) de esos controles por los que la ciudadanía productiva tiene que pagar. Pero tal actividad tiene que tener una contraprestación y es la protección de los incompetentes que son quienes pagan gustosos por el privilegio de que les eliminen la competencia.

Si la gente pudiera trabajar sin cortapisa alguna, serían los más competentes y quienes sirvieran mejor al público (y no a los políticos) quienes tuvieran éxito económico y no aquellos que están dispuestos a pagar por el uso del poder coactivo del estado para eliminar la competencia. Al ser los más competentes quienes produjeran, las actividades económicas resultarían de mayor nivel y, generando fuentes de trabajo productivo, al aumentar su demanda, tendería a subir el nivel de los salarios, con lo cual, teniendo los trabajadores mayor capacidad de compra se activaría aún más la economía. Todo esto implica que de dejar a la gente en libertad de producir y comerciar, los aumentos en la producción y, por ende, de generación de utilidades aumentaría con lo cual aumentarían los niveles de impuesto sobre la renta y podrían entonces los políticos recibir cantidades mayores de ingreso, trabajando mucho menos de lo que tienen que trabajar para obtener sus ingresos de manera gravosa y ruinosa para la población.

De ser estas cosas como las planteo, se comprendería que el deseo malsano de los políticos en el poder, de malemplearlo satisfaciendo su ego y restringiendo o impidiendo la actividad económica y la competencia, constituye una manifiesta carencia de sindéresis.

Lástima que la segunda mitad del siglo veinte la perdiéramos los venezolanos capaces de producir, por causa de la falta de sindéresis de nuestros políticos.

Los productores tenemos entonces que entrar al área política, pero no para actuar como han actuado quienes han logrado protecciones y privilegios, sino para tratar, con nuestra sindéresis y actividades, de impedir que las protecciones y privilegios dañen a las grandes mayorías consumidoras y productivas. 
















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